Sabemos que, en los hechos, “somos lo que hacemos”. Nos convertimos en buenos, haciendo el bien. En laboriosos y estudiosos, trabajando y estudiando. En enamorados, amando. En generosos y entregados, dando.
También podemos decir que nos recibiremos en “Doctores en siesta”, durmiendo y vagando unos años.
En todos estos casos, un quehacer concreto dará razón de nuestro ser singular. Y va un ejemplito más… Si soy un poco bruto, me dirán que soy un animal, y no porque lo sea, sino porque obro como un animal. Si dentro de ese género, soy poco dotado, dirán que soy un burro. Si soy algo tonto, un pavo. Si soy cobarde, una gallina. Si soy empecinado, seré una mula. Si me dedico a la intriga o a difamar, me dirán que tengo lengua de víbora. Si mi animalidad es extrema, se afirmará de mi que soy una bestia. Y si soy muy bestia, se me calificará como “bestia peluda”, para que no haya equívoco al respecto.
Mis obras dirán quién soy. Si soy muy bueno dirán de mí: ¡Es un “ángel” o “un pan de Dios” !
Pero hay gente que no hace nada. Son neutros, de esos “que no hacen mal a nadie” o que parece que no hacen mal a nadie… lo que es falso. El “no hacer” es algo negativo. Debemos “hacer” el bien y construir lo que toquemos.
“Sombra“… hacemos todos (si hay sol…). La inactividad es una enfermedad seria… ¡y contagiosa! Es verdad que la hiper-actividad también es un mal, pero me parece que abundan más los del primer gremio.
¡Cuántos talentos desperdiciados por la pasividad! ¡Cuántas fuerzas que, aplicadas, darían fruto abundante! ¡Cuánto dinamismo ausente allí donde debería estar!
Será de mucha utilidad hacer un balance diario, simple, con sólo dos columnas:
1a. ¿Qué hice?
2a. ¿Qué no hice que debería haber hecho?
Podríamos dar mas calificación a este balance, poniendo otras dos:
3a. ¿Cómo hice lo que hice?
4a. ¿Por qué no hice lo que debería haber hecho?
Y dando una vuelta más a la rosca, vayan otras dos:
5a. ¿Qué beneficios trajo hacer lo que hice?
6a. ¿Qué perjuicios causé por no hacer lo que tendría que haber hecho?
No basta con hacer sombra. Hay que ser árbol que dé flores, frutos y, por que no, también sombra.
Fragmento tomado del libro “El horizonte está cerca” de Fray Héctor Muñoz